“Fue horrible”: testigos presenciales de asalto a Coppel en Agua Dulce

Por Presencia | Domingo, Marzo 27, 2016

El sonido repetitivo de la alarma aturde varios metros alrededor de la tienda Coppel, enclavada en el centro de la ciudad. Desde hace más de un lustro, el edificio de varios niveles se convirtió en pieza habitual del paisaje hidrómilo y con ello, los robos y asaltos.

Eran poco más de las 7 y media de la tarde del martes 22 de marzo y un joven con camisa a rayas verdes esperaba en la fila para hacer un depósito personal en la sucursal de Bancoppel, dentro de la misma tienda departamental.

Faltaba poco para su turno, cuando dos sujetos con chompas —similares en color y forma a las que usan los trabajadores de Pemex— y cascos de motociclistas se acercaron a las cajas y armados con un mazo comenzaron a golpear los vidrios que protegían a las cajeras.

El ruido de cristal rompiéndose en pedazos fue sucedido por los gritos de clientes y empleados. Al mismo tiempo, una señora de avanzada edad estaba sentada en un colchón esperando, cuando escuchó todo. “Me espanté mucho, no alcancé a ver nada, sólo corrí y bajé, pero luego no me salí porque tenía familia adentro. De hecho, mi IFE se quedó ahí”, lamenta.

A gritos, quienes alcanzaron a salir rápido informaban “están asaltando Coppel”, mientras que otros, curiosos, aún dentro, alcanzaron a asomarse hacia arriba cuando observaron el movimiento y entonces sí huyeron.

Desde afuera, testigos afirman haber visto a varias personas con las manos en la cabeza, paradas, como si les estuvieran apuntando desde las escaleras. “A través de los cristales se alcanzaba a ver. El que tenía el arma no se veía, pero estaba por las escaleras porque como que desde arriba les apuntaba; fue horrible”.

Mientras el caos se apoderaba del lugar, una joven cajera tomó su caja de dinero y salió corriendo, protegiéndola de los sujetos con cascos. Se escondió en el área de lencería con dos gerentes y escuchó que a una de sus compañeras le quitaron 10 mil pesos en efectivo.

Cuando creyó que todo había pasado, escuchó que los asaltantes seguían ahí y volvió a correr con su caja de dinero, aunque esta vez tropezó y cayó cual larga era, dejando el efectivo desperdigado en el suelo. Con la rodilla palpitando de dolor, se arrastró hasta el área de probadores de mujeres.

El joven de camisa a rayas que esperaba en la fila también se metió a los probadores, siguiendo las instrucciones del personal de la tienda. Ya acostado en una camilla, en la Cruz Roja, recuerda antes de entrar a los vestidores de damas: “Uno llevaba casco azul con detalles, como de motocicleta. El que empezó a golpear con el mazo traía una sudadera, era moreno, de complexión gruesa y chaparro”.

El probador se convirtió en su refugio junto con una pareja con un menor, otro joven y cerca de ocho trabajadores. Los golpes afuera seguían, retumbaban y, de pronto, la calma. Pasaron cerca de veinte minutos, “los veinte minutos más largos de mi vida”.

La Policía Estatal y Municipal inspeccionó el área para asegurarse que el área fuera segura. Los asaltantes ya habían dejado el inmueble desde el estacionamiento, en motocicletas. Poco a poco fueron saliendo los refugiados, la mayoría con crisis nerviosas, por lo que fueron atendidos en la Cruz Roja, justo enfrente.

La movilización policíaca, los cercos, acabaron poco después de las 10 de la noche. Los policías municipales, poco antes, blandían nerviosos sus armas y apuntaban con la mirada al techo del edificio, tratando de adivinar alguna silueta entre la profunda noche. Pero no, los asaltantes llevaban al menos una hora de ventaja: simplemente ya no estaban ahí.

El muchacho que vivió la situación se recupera lentamente sobre la camilla; tiene la mirada enrojecida y le tiembla un poco la voz. Con un poco más de valor, habla sobre la situación de inseguridad que vive Agua Dulce. Tras preguntarle si creía que estos sucesos, que se cuentan en otros municipios, alguna vez sucederían en la localidad, sentencia de golpe, firme y seguro: “Yo sabía que en cualquier momento esto iba a pasar; la seguridad se acabó en Agua Dulce”.